Maite Carranza (Entrevista)

                                          ENTREVISTA

 

          POR VERÓNICA FANJUL RUBIO (Platero 230. Marzo – abril 2021)

  

*Fue John Steinbeck quien afirmo “¿Por el grosor del polvo en los libros de una Biblioteca Pública, puede medirse la cultura de un pueblo” ha consultado alguna vez el catálogo de alguna Biblioteca Pública o Universitaria para ver si sus obras forman parte de su colección?

No acostumbro a buscarme en los catálogos, aunque reconozco que me gusta verme en las estanterías de las bibliotecas. Afortunadamente, las invitaciones que recibo y el contacto con muchos Clubs Lectores de toda España me han servido para conocer de cerca el mundo de las bibliotecas. Los bibliotecarios y bibliotecarias acostumbran a ser personas experimentadas, sabias y amantes de la literatura. Sus opiniones y los datos que manejan sobre préstamos, lectura y opiniones lectoras son una estupenda brújula para conocer la salud de los propios libros. Algo así como llevarlos al pedíatra para saber cómo crecen.

 

*En alguna de sus entrevistas dice que “ahora leo de un poco de todo, desde ciencia ficción a fantasy” ¿Recuerda algún autor o libro que leyó de pequeña y que aún se atreva a recomendar a los jóvenes sin que la califiquen de “pureta”?

Más de uno. Las aventuras de Kasperle, el muñeco de guiñol glotón, travieso y caprichoso, de Josephine Siebe. O Las aventuras de Guillermo Brown, de Richmal Crompton, el proscrito soñador que siempre acaba aterrizando de bruces en la dura realidad.  Dos joyas del humor, la transgresión y la frescura narrativa. Personajes inolvidables que, probablemente, ahora, en el siglo XXI, serían censurados por cuestionar el mundo de los adultos. Creo que no eran nada puretas. Lamentablemente hemos retrocedido, como los cangrejos

 

*Estamos acostumbrados a leer que el comienzo de muchos escritores nace de la soledad, de la reclusión por alguna enfermedad o como una medida terapéutica por una crisis personal, pero lo suyo es más raro, lo suyo es por placer creativo. Explíquenos esto.

Placer o supervivencia, pero me inventaré una leyenda más romántica. Nací bajo la dictadura franquista, en el 1958.  La Barcelona de mi infancia era gris y triste. La luz que fotosintetizaba durante los veranos, en el Penedés, la encontraba durante el invierno en los libros. Los libros eran mi alimento, pasear por la jungla de Kipling, por los jardines ingleses de Richmal Crompton o por los mares de Julio Verne era un soplo de aire fresco y la evasión necesaria para soñar, viajar y vivir otras vidas. Eso fue el detonante para atreverme a pasar al otro lado del espejo. El de la creación. 

 

*Con motivo del aniversario del gran Raald Dhal se difundió un video https://bit.ly/2MGTsCU, donde se ve como se preparaba para escribir en una cabaña-despacho donde nadie más debía entrar. ¿Tiene usted un espacio exclusivo para la actividad creativa? 

Coincido con Virginia Wolf en que las mujeres siempre hemos estado necesitadas de habitación propia. He escrito en casa, en mi estudio, pero con tres hijos, lo cual significa carecer de puerta y de cerradura. Durante más de veinte años he compaginado la escritura con las lavadoras, los médicos, los deberes escolares y los imprevistos cotidianos. Aunque deseara encerrarme no disponía de ningún guardián de la llave que velara por mi encierro. Ese es y continúa siendo el gran conflicto de la maternidad y que ahora, con el teletrabajo de la pandemia, ha salido a la luz. 

 

*El proceso creativo es algo tan personal que si nos dice cómo imagina una obra desde el comienzo, igual anima a alguien más a dedicarse a eso de escribir.

Una noticia en prensa cualquiera es suficiente para poner en marcha un mecanismo de lo que llamo construcción de conflictos y personajes. 

Si la noticia me pica la curiosidad inmediatamente me pregusto “¿Por qué esa persona hizo eso? ¿Qué sintió? ¿Qué la motivó? ¿Qué paso luego?… O sea, preguntas y más preguntas en torno a personajes inmersos en algún conflicto vital, social o psicológico. 

Eso es lo que me sucedió con Palabras envenenadas. Fue producto de mi interés por el maltrato psicológico, pero se puso en marcha a partir de la noticia de la aparición de “Natasha Kampush” una chica secuestrada a los 11 años que escapó de su secuestrador a los 19. Cuando su carcelero, perseguido por la policía, se lanzó a la vía del tren, Natasha lloró con desconsuelo. Esa fue la clave de la historia. ¿Por qué una víctima llora por la muerte de su maltratador? Y, a partir de ahí el resto de preguntas encadenadas. 

Por otra parte, cualquier episodio de mi vida personal puede ser el punto de partida de un argumento, la semilla de una obra. El peor verano de mi vida lidiando con una adolescente un verano me sirvió de inspiración para una divertida novela con la que gané el Premio EDEBé 2002 y que ya va por los 100.000 ejemplares vendidos: “¿Quieres ser el novio de mi hermana?” Mi dilema fue: ¿Voy al psiquiatra o escribo un libro? Opté por escribir un libro y el humor me salvó de la tragedia. Me reí conmigo misma y relativicé mi problema al expresarlo en palabras y a través de otros prismas. 

Si alguien escribe su novela gracias a estos consejillos que me lo haga saber. No cobraré copyright. Será pura satisfacción.

 

*Tolkien confesaba abiertamente su secreto para crear sus obras “Historias semejantes no nacen de las hojas de los árboles ni de la botánica o la ciencia del suelo; crecen como semillas en la oscuridad, alimentándose del humus de la mente: todo lo que se ha visto o pensado o leído, y que fue olvidado hace tiempo… La materia de mi humus es, principal y evidentemente, materia lingüística”. ¿Le ocurre a usted lo mismo o por el contrario son pura inventiva de escritora?

Me encanta la cita de Tolkien referente al “humus literario”, la comparto plenamente y reconozco que la utilizo para expresar lo que es la utilización de la propia experiencia en la literatura. A eso añado también que debo mucho a mi oficio de guionista. Me gusta definirme como “escribidora de historias”. Y creo que ese término más humilde significa aceptar que mis novelas son la suma de la experiencia personal más la experiencia de la profesión de escritora.    

 

*Hubo un tiempo en el que escribió literatura infantil con fines preferentemente didácticas de antropología dentro de la colección “La pipa de la paz”. ¿Cree que se depende mucho de los “libros para…” como herramienta pedagógica?

Esa fue una apuesta personal mía sin tapujos. Hasta ese momento mis libros eran puro entretenimiento. Pero en el año 92 dije: quiero escribir un manual de antropología para niños. Y lo hice con imaginación y algo de humor. Un topo antropólogo que analiza los comportamientos humanos y hace reír a sus sobrinos. Esa colección quería poner sobre la mesa nuestros prejuicios y contradicciones culturales y educar a los pequeños en el relativismo cultural, tan necesario para huir del dogma y el fanatismo. Por el camino, el proyecto fue transformado por la editorial en un proyecto de educación para la paz – que incorporé sin problemas-  pero la voluntad desde el principio fue pedagógica. 

Lo preocupante, a veces, es “vender” como entretenimiento algo que en realidad persigue “moralizar”.  Esa obsesión para que la literatura sea “utilitaria” y por desgracia una herramienta “ideológica” de socialización infantil, para inculcar la obediencia a la norma y el acatamiento al orden adulto. Eso no es “educar”, es “adoctrinar” y no puede compararse. 

 

*En la edición de sus libros, ¿participa directamente en la selección del ilustrador o suele quedar a criterio de la empresa editorial?

Hago sugerencias si se me pregunta, pero, en general, son las editoriales las que deciden.

 

*Durante décadas, los cuentos clásicos sirvieron de inspiración a artistas, músicos, escritores e ilustradores, pero tal parece que lo que hasta ahora sirvió ahora debe ser pasto del expurgo. Nos referimos a la retirada de Caperucita de una Biblioteca escolar ¿Qué opinión le merece este hecho?

Lamentable. Una hipercorrección moralizante de lo políticamente correcto en la línea que expresaba anteriormente. Y un gran anacronismo.   Cometemos muchos errores considerando determinados productos como “sabiduría popular” así, en general, sin especificar. La literatura no puede descontextualizarse de la sociedad que la generó.

Esa pretendida “atemporalidad” de la literatura oral es falsa. Tal vez deberíamos revisar el concepto “clásico” que tanto nos gusta o que pusieron de moda los folkloristas románticos del XIX pretendiendo con su recolección de tradiciones orales la invención de una Cultura Popular atemporal, eterna e inmutable. Todo eso debe ser revisado. Nos alimentamos de falsas creencias que conducen a falsas soluciones. 

 

*Suponemos que siendo escritora de éxito y ganadora de varios premios literarios le habrán invitado a participar como jurado de algún premio literario. ¿Puede contarnos alguna curiosidad de alguno de las obras o autores que se presentan?

No me prodigo demasiado, pero fui jurado en sucesivos años del premio Gran Angular de la editorial Cruïlla. Recuerdo una divertida anécdota. Sucedió que ya habíamos votado el ganador, pero todavía era secreto y la editorial no nos había dado el nombre del autor. Me encontré con un amigo y le expliqué el argumento de la novela ganadora… Resultó que era suya. Fue una agradable sorpresa para ambos.  

 

*Si tuviera que invitar a un escritor a su casa a pasar unas vacaciones con su familia ¿Cuál sería? y ¿Por qué ese?

A Care Santos. Cocina muy bien, es amena y divertida y creo que no nos aburriríamos. Eso sí, escribir escribiríamos poco. Nos pasaríamos el día charlando. 

 

*Si pudiera escoger vivir una aventura literaria ¿Dentro de qué libro infantil o juvenil le gustaría vivir?

En el mundo de Tom Sawyer y Huckelberry Finn, a orillas del Missisipi navegando, pescando y con la banda sonora de espirituales negros. Algo nostálgico y, seguramente, poco realista. Probablemente me picarían los mosquitos, no pescaría nada y la tía Polly me mataría a palizas. 

 

*En la obra Safari, con la que ha ganado el último premio Edebé de la Literatura Infantil y Juvenil, tirando de humor disparatado, rinde homenaje a Tarzán de los monos, e invita a aprender de los primates para volvernos más humanos, más justos y más humildes. ¿Es producto de su afición antropóloga o de preocupación por la sociedad en la que vivimos?

Ambas cosas. Con el tiempo ya no distingues. Creo que estudié antropología motivada por mi curiosidad y mi preocupación por la sociedad en que vivía. Buscaba respuestas a mis preguntas y, ciertamente, hallé algunas. No todas, claro. Muy a menudo revisito algunos antropólogos referenciales, sobretodo Marvin Harris, para refrescar algunas de las explicaciones a los grandes enigmas de la cultura. Resulta apasionante. 

Pero uno de los motivos fue entender cuál era la diferencia biológica y cultural de hombres y mujeres para comprender mejor la dominación de los roles femeninos a lo largo de la historia y en todas las sociedades humanas. Margaret Mead, mi primera lectura antropológica, no lo resolvió. El enigma todavía está ahí, latente y sin respuesta clara. Por eso en mi novela recurro al paralelismo chimpancés-humanos y me sirvo de una anécdota real. Unas hembras chimpancés que aprenden a cazar y se rebelan contra el macho alfa. 

Lo más curioso es que la joven antropóloga que lo descubrió fue relegada de su función por su “jefe” machista que se apropió de su estudio. Si no fuera real nadie lo hubiera creído.

 

*El humor es algo presente a lo largo de toda su obra ¿Cree que el humor es didáctico? ¿Podemos aprender con bromas y chascarrillos? Díganos el título de un título con el que se nos puede soltar la mandíbula.

Los dos referentes que he ofrecido al principio: Kasperle y Guillermo Brown, eran humor hilarante y disparatado para niños. Me eduqué con ellos y creía que esa familiaridad mía con ese tipo de humor impertinente era universal. Luego descubrí que no, que el humor resulta molesto para mucha gente puesto que con humor podemos meter el dedo en el ojo a muchas cosas. La sátira, la caricatura, el esperpento, en general, no agradan. En literatura infantil y juvenil los editores, las escuelas y los padres piden un humor blanco, ñoño e inocuo. O sea, todo lo contrario del humor auténtico. 

Y, en mi juventud, me reí a mandíbula batiente con la serie Wilt de Tom Sharpe. 

El humor no es el chiste fácil, pero hay chistes muy, muy buenos.

 

*Tanto en Una bala para el recuerdo como en Caminos de libertad, la Guerra Civil española está presente. ¿Es un intento de acercar un tema que en su juventud era tabú y ahora es Memoria Histórica? 

En mi juventud no era tabú y de joven fui una voraz lectora de novelas y libros históricos sobre la Guerra Civil. Pero, con el tiempo, ese tema cayó en el olvido y el discurso posterior de la derecha sin vergüenza lo relegó al silencio. 

Primero escribí “Caminos de libertad” y al charlar con los chicos sobre la Guerra Civil española descubrí que no la conocían en absoluto, que tenían muchísima más información sobre la II Guerra Mundial. Eso fue un doble aliciente para escribir “Una bala para el recuerdo”, una historia real sobre un chico del norte que en el año 38 salva a su padre de un campo de refugiados. Llegó a mis oídos de boca de mi marido- que a su vez la leyó en un libro-  y me sedujo al instante. Recuerdo que cuando comenté a mi agente que deseaba escribir una hermosa historia sobre la Guerra Civil española me respondió que ese tema no estaba de moda. Ese fue el tercer aliciente para ponerme a ello.

 

*Su obra está destinada principalmente a unos lectores infantiles y juveniles ¿tan difícil es de complacer el público adulto al que ha destinado solo dos obras?

Me deprime enormemente la vida tan efímera de los libros para adultos. Fue un triste descubrimiento con mi primera incursión con “Sin invierno”, un thriller futurista sobre el cambio climático, que salió en 1999 y fue descatalogado en 2003. Para mi representó un fracaso absoluto. Para mi agente era un éxito y la experiencia se repitió con “El fruto del baobab” la publiqué en 2013, y ya está muerta. La descatalogaron al cabo de tres años. Eso es muy frustrante. Eso me desconcertó. 

Mis novelas infantiles y juveniles gozan de larga vida y buena salud. Me dije que siempre que el tema lo permitiese prefería escribir juvenil que adulto. Y eso hago. 

 

*Recuperar a Cándida veinte años después de la publicación de ¡Frena, Cándida, frena! con ¡Calla, Cándida, calla! produce en lector adulto una visión de la rápida trasformación que ha sufrido la forma de afrontar la adolescencia de los jóvenes. La preocupación por el “que pensaran” se ha multiplicado exponencialmente con las redes sociales que va desde la cara amable de “relacionarse virtualmente” al oscuro cyberbullng ¿cree que en este tipo de ambiente de conectividad permanente y consumo rápido es más difícil inculcar la afición a la lectura a los jóvenes?

Es cierto. Ese experimento me permitió comparar a las dos Cándidas, la de 1992 y la de 2016. Si bien la adolescente continúa con los mismos conflictos: amor, amistad, apariencia… el mundo a su alrededor ha inventado otras formas de relación que cambian las reglas del juego. Esa es la virtualidad. 

Para comprender mejor a los jóvenes de la edad de Cándida hice un taller con estudiantes para que me “explicasen” sus formas de ver el mundo, de verse a sí mismos y sus problemas.  Fue muy interesante y muy revelador. La imagen y la autoestima era uno de los más recurridos. Las chicas me explicaban que se encontraban para hacerse “selfies” divertidos y enviarlos a las redes. Su espacio público era ilimitado, con lo cual, el peligro también.

Que cada cual deduzca si una sociedad que valora los selfies, las imágenes de ropa, moda y aspecto inculca y favorece la lectura … 

 

* La lectura de las obras protagonizadas por Cándida nos recuerda, a las que ya tenemos unos años, un poco a aquellas aventuras de Esther y su mundo, creada en 1971 por el guionista británico Philip Douglas e ilustradas por la recientemente desaparecida Purita Campos. ¿Era usted fan de Esther? ¿Contempla la adaptación al comic de alguna de sus obras?

Admito mi ignorancia sobre “Esther y su mundo”. Jamás cayó en mis manos y no la leí en su momento ni más tarde. No puedo, por lo tanto, compararla. Lo más aproximado que recuerdo de mi propia preadolescencia eran los libros de Torres de Malory y las gemelas en Santa Clara de la prolífica Enid Blyton. Eran libros menos humorísticos, pero cuyo tema pivotaba alrededor de la educación sentimental de las chicas. En otro orden estaban las obras del jesuita Martín Vigil y los famosos diarios de Ana María y Daniel de Michel Quoist.

Y no he contemplado nunca la adaptación al cómic de mis libros, pero me encantaría. 

 

*La sociedad ha descargado sobre los centros educativos una parte importante de la responsabilidad de interesar a los jóvenes por la lectura. ¿Cómo ve los programas de animación a la lectura que se llevan a cabo desde el ámbito educativo para los jóvenes? ¿Le parece suficiente?

No, nunca es suficiente. Y no es una buena política relegar la lectura a los centros educativos. Eso es confinar la lectura y equipararla a las matemáticas o la filosofía, o sea, una materia de estudio. La lectura debe gozar de buena salud y, para ello, debe tener prestigio entre los jóvenes. Como los videojuegos o, actualmente, las series televisivas. El reto es ¿“Como conseguir que la lectura sea deseable per se”?  ¿Cómo conseguir que los jóvenes maten por un libro? Y ahí aparecen los bestsellers. Bienvenidos sean. 

 

*En la trilogía de La guerra de las brujas, su mayor éxito de ventas hasta el momento, nos muestra un mundo matriarcal donde las vivencias de tres generaciones de mujeres Deméter, Selene, y Anaíd, se enlazan, pero desconocemos algunos episodios importantes relativos a la abuela. ¿Se le pasa por la cabeza una nueva entrega a modo de precuela? Le recordamos que si una vez decidió recuperar a Cándida…

Me habéis leído la mente. Hace años que doy vueltas a la posibilidad de escribir una “precuela” sobre Deméter. Quién era. Qué le sucedió. ¿Pudo prever el futuro? Estoy en ello. Gracias por animarme a ese reto.  

 

* Le gustaría hacer una adaptación para el cine de alguna de sus obras ¿Cuál?

Hace tres años comenzó un proyecto de adaptación de “La película de la vida”. Una novela para niños que ganó el premio “Vaixell de vapor” y que explica la historia de una pequeña familia que cae en la pobreza. La protagonista, Olivia de doce años, ante la depresión de su madre, se hace cargo de la situación y protege a su hermano pequeño de siete años inventando que en realidad están rodando una película puesto que la madre es actriz. Una historia tierna y cruel sobre la crisis que está intentando levantar la productora “Citoplasmas” en stop motion. Participo en el proyecto junto con mi hija Júlia Prats y la directora y productora, Irene Iborra. Es lento de narices. Tenemos para unos cinco años más. 

Me gustaría poder adaptar “Una bala para el recuerdo”. Es perfecta estructuralmente hablando.  

 

*Aunque ya hace casi diez años de la publicación de Palabras envenenadas, sigue siendo una lectura muy recomendada en los Institutos. ¿Qué impacto diría que tiene leer y comentar algo así en clase para sus lectores, acostumbrados a saber de casos parecidos y peores, por las noticias y redes sociales?

Todavía impacta y sorprende. Y a mí también me sorprende que sorprenda. Pero es así. Tal vez porque los jóvenes no leen libros que guarden relación con noticias de actualidad o películas. En ese caso, esta novela es más cercana a realidades aprensibles para ellos y está exenta de moralina y – hasta diría- de un final demasiado feliz y amañado. Tras muchísimos encuentros y tras escuchar muchísimas opiniones suyas, creo que fue todo un acierto el tono y el estilo de la novela. Les trato de igual a igual y les hago participar en el juego dramático. Esa es la virtud de la novela policíaca.

 

*¿Por qué decidió escribir Hermanas, perros, frikis y otros especímenes con su hija?

Porque la historia estaba inspirada en un episodio vivencial suyo. Cuando tenía quince años la envié a aprender inglés un verano a Dublín. Lo pasó fatal- o eso nos hizo creer-  pero su relato era desternillante, tanto, que me hizo pensar en el punto de partida de una novela humorística. Dieciseis años después le propuse escribirla a cuatro manos y le encantó la idea. Ya habíamos escrito juntas unos cuantos guiones. Esa fue nuestra primera novela juntas

 

* En Sin invierno, aborda el tema del fraude farmacéutico y el tráfico ilegal de residuos tóxicos, en La película de la vida el tema de los desahucios y pobreza infantil, en Palabras envenenadas el abuso sexual, en El fruto del baobab la mutilación femenina. ¿Cree que la literatura debe ser una herramienta de denuncia social? 

Jajaja, así, puesto todo en fila, parece que me dedique a la concienciación social. Y debe ser eso, puesto que podemos añadir también la memoria histórica con Caminos de libertad” y “Una bala para el recuerdo y la reivindicación feminista en “Safari” y El aliento del dragón”. 

O sea que me reconozco como una “protestona permanente”. Y es cierto. Soy presidenta de una asociación de escritores “Escrivim” que defendemos nuestros derechos profesionales, fui fundadora de la asociación de guionistas GAC y en mi juventud participé en la lucha política en el Instituto, la Universidad y el barrio.  Me considero luchadora y activista en general.   Me enfada el mundo en el que vivo. Me enfadan las injusticias, los abusos, el poder y la mentira. Y la impotencia me empuja a sentirme atraída por historias de denuncia social. 

La literatura puede ser un instrumento de denuncia, pero eso dependerá de la voluntad de los escritores.  Yo siempre digo que “indago” en temas. O sea, los exploro, buceo en ellos y luego construyo historias humanas que planteen los conflictos que he hallado. O bien, partiendo de personajes atractivos, les enfrento a situaciones complejas. Juego con personajes que tengan puntos de vista opuestos, que planteen dilemas, que no sean monolíticos ni demagógicos…Y por encima de todo procuro que sean contradictorios y estén en conflicto permanente con ellos mismos. No hay nada más odioso para mí que esos personajes perfectos que “predican” la verdad de un dogma sea cual sea. El peligro es caer en el panfleto. Y esa línea tan delicada es la que evito cruzar. 

 

*Hemos visto en la red algún booktrailer de sus obras, concretamente el de Palabras envenenadas y algún booktubers recomendar la trilogía de las brujas, ¿las ha visto? ¿lee los comentarios y opiniones de quienes los han visto?

Algunos, pero ni busco ni interactúo. En general no me prodigo en las redes. Vislumbro zonas oscuras e insanas y me aterran los escándalos producidos por nimiedades. He asistido a linchamientos de compañeros y compañeras escritores por dejar un comentario o expresar una opinión y creo que no podría resistirlo. Es tan absurdo como injusto. Por eso, siempre que sea posible, procuro mantenerme alejada de los focos mediáticos de las redes sociales.  Si bien no ayuda a la promoción de la obra, me ayuda moralmente a mantener mi equilibrio personal y darme la medida de quién soy sin los likes.