¿Caperucita Censurada?

“Cada época tiene sus lobos feroces. Uno de ellos, hoy, es la sobreprotección
infantil”. (Marta Rebón)

¿Podemos, los docentes o bibliotecarios de la era digital, expurgar los cuentos
clásicos – populares o de hadas – patrimonio cultural de la humanidad, formas literarias
con significados distintos para cada lector, símbolos de problemas psicológicos, y que
durante siglos han servido para externalizar los problemas mentales y los conflictos
internos? ¿Expurgariamos con los mismos criterios también la Biblia por sus
contenidos simbólicos?
Sin olvidarnos de que el pensamiento de los niños es animista hasta bien entrada
la pubertad, y por ello necesitan de la magia y la fantasía, y los cuentos son una
educación implícita que abren la vía al conocimiento y al amor por la Literatura. Y así
lo han testificado algunos autores:
F. Schiller: “el sentido más profundo reside en los cuentos de hadas que me
contaron en mi infancia, más que en la realidad que la vida me ha enseñado”.
Tolkien: “Los cuentos de hadas no se ocupan de lo posible, sino de lo
deseable”

Durante siglos, los tabúes en la Literatura Infantil – Juvenil afectaron a diferentes áreas, como la sexualidad, la violencia, la religión. Todo  lo que no pasara  por el  cedazo de la  moral, de lo políticamente correcto, lo que no tuviera como  objetivo final enseñar cosas  útiles, sufría las  furibundas críticas de los  intermediarios, de los adultos  en general, que  se convertían  en  árbitros  de lo que  convenía o no convenía  leer  a  sus  vástagos, imponiendo   sus  propios  gustos  a los  gustos  de  los   jóvenes. Hay pocos sectores culturales que hayan padecido una censura tan grande como el sector de los libros para niños y jóvenes: Tom Sawyer, Pippa Mediaslargas, El guardián entre el centeno, Harry Potter o las obras de R. Dahl…son algunos de los ejemplos, sin olvidarse del bibliocausto nazi o la censura de “El Quijote” por Pinochet.

                       La fantasía, por producir asombro y fascinación, por lo que tiene de subversiva, siempre ha tenido muchos detractores. A lo largo de la historia, el descrédito de lo fantástico ha sufrido altibajos sucesivos. El siglo XVII fue el esplendor  de los cuentos de hadas o cuentos populares; cayeron en el olvido en el XVIII en favor de lo instrumental o práctico, supuestamente favorecedores del progreso (era el “Siglo de la Razón o de las Luces”); volvieron a resplandecer en el XIX, recuperados por los adictos al Romanticismo; y de nuevo, hoy,  desdeñados por determinados pseudo pedagogos o fanáticos de lo “políticamente correcto”. 

               “Caperucita Roja” es el cuento más conocido y más famoso del mundo, con 35 versiones diferentes, una de ellas en latín y ya del año 1023. Era la historia que servía  a las madres para aleccionar a sus  hijas adolescentes sobre el despertar de la sexualidad, no hacer caso del primero que se acerca, no salirse del camino de la  virtud. Pero para un niño que aún no haya  llegado  a la  adolescencia, será  un  cuento sobre la  desobediencia  o la mentira y para  otros sobre la glotonería (de la  comida agradable  que  lleva   a  la abuela  a la  glotonería del lobo) etc. 

                Como todos los cuentos populares, enseña de manera indirecta, tiene significados a distintos niveles, enfrentando al receptor con  un problema existencial, aunque en este caso el mensaje resulta evidente al incluir una clara moraleja final en verso, al modo y manera de las fábulas:

 

                                                Vemos aquí que los adolescentes

                                                Y más  las jovencitas

                                                 Elegantes, bien hechas y bonitas

                                                 Hacen mal en oír ciertas gentes, 

                                                 Y que no hay  que extrañarse de la broma

                                                 De que a  tantas el lobo coma….

 

                  O sea: el  cuento, tanto en la moraleja como en la simbología – el color  rojo, asociado desde siempre  al pecado, a la menstruación, y la  alusión a  los  cuatro  sentidos: oído, vista, tacto y gusto – tiene  como protagonista a una niña que ya lucha con los problemas de la pubertad.

                Es cierto que la versión del francés Charles Perrault (1628 – 1703) carece del imprescindible final feliz y fueron los hermanos Grimm – Jacob (1785 – 1863) y Wilhelm (1786 – 1859) –  quienes lo reescribieron introduciendo el final feliz o muerte del lobo a manos de un cazador, figura del padre bueno. E incluso añaden un segundo final: cuando de nuevo CR lleva comida a la abuela y otro lobo intenta apartarla del camino, con la ayuda de su abuela le preparan una trampa: cuando se cuela por el tejado cae en una balsa de agua donde se ahoga.

                En los cuentos clásicos, las fórmulas de apertura – “Había una vez…” –  alejan la historia del contorno próximo e inmediato. Sirven para el distanciamiento con un relato que pueda resultar trasgresor o herir la sensibilidad del oyente.  “Crean de golpe la sensación de un mundo atemporal, grandioso e ilocalizable” decía Tolkien.

                Las fórmulas de cierre – “Y fueron felices y comieron perdices…”- sirven para aliviar la tensión acumulada, dando un respiro. El oyente sabe que por muy agresiva o destructiva que sea una historia, hay una solución, una esperanza.

                 Pero a pesar de la ausencia del final feliz, en la CR de Perrault sus valores y funciones siguen vigentes en nuestra época virtual: 

                           -Ayudan en la comprensión del mundo, respondiendo a preguntas eternas a las que aludía el premio Nobel Isaac Bashevis Singer: ¿Cómo es el mundo? ¿Cómo tengo que vivir en él? ¿Cómo puedo ser realmente yo? (pensemos en la Biblia) 

                           -Ponen orden en el  “caos interno” del niño: algunas pulsiones inconscientes pueden expresarse mediante el juego. Pero las tensiones demasiado complejas o peligrosas, pueden expulsarse mediante los  cuentos.

                        – Ayudan a  construir estructuras mentales, estableciendo relaciones como “yo – los  otros”, “las cosas verdaderas – las cosas  falsas”; o a situarse en el espacio: “lejos – cerca” o en el tiempo: “antes – después”, “ayer – hoy”…

                          -Exaltan valores universales como la amistad, el valor, la lucha contra la injusticia, la honradez, la generosidad y estimulan el pensamiento divergente.

                         En resumen: ¿Se  trata  de preservar el idílico paraíso  de la infancia o darles   a conocer  tempranamente  los problemas  del mundo?

                        Varias opiniones finales al respecto: Sheldon Cashdan: “donde los adultos ven la cabeza de un ogro cortada, los niños solo ven que la historia ha tenido su fin”. Andersen: “los niños pueden oír las peores cosas sin perder la inocencia”. Chesterton: “el reino de las hadas no es más que el luminoso reino del sentido común”. Alison Lurie: “La magia les ofrece la posibilidad de evadirse de la realidad y expresar sus temores y deseos”. Dickens: “Caperucita Roja fue mi primer gran amor. Tenía la sensación de que si me hubiera casado con ella, habría conocido la felicidad completa”

 

                    Confiemos pues en que el “nihil obstat” no vuelva a renacer. 

 

DIFERENCIAS ENTRE LA CAPERUCITA DE PERRAULT Y LA DE LOS HERMANOS GRIMM

En PERRAULT el lobo no se disfraza de abuela después de comerla, sino que se mete desnudo en la cama. En GRIMM el lobo se pone su camisón después de comerla y se acuesta.

-En PERRAULT Caperucita no se detiene en el camino recogiendo flores, sino que el lobo se adelanta por un atajo. En GRIMM se entretiene cogiendo flores y el lobo aprovecha para llegar primero.

-En PERRAULT Caperucita lleva a su abuela una torta y un tarro de mantequilla. En GRIMM una torta y una botella de vino.

-En PERRAULT se introduce la expresión “¡Qué piernas tan largas tienes!”, que los GRIMM omiten.

-La versión de PERRAULT finaliza con la muerte de Caperucita, mientras que los GRIMM introducen el final feliz, con la figura del cazador liberador y además añaden un segundo final feliz: Cuando vuelve de nuevo a casa de la abuela, encuentra otro lobo que trata de seducirla, pero ahora ya aprendió la lección y se pone de acuerdo con su abuela para engañarlo.

 

BIBLIOGRAFIA

 

Andersen, H. Christian: El cuento de mi vida, Ed. De la Torre, 2005. Introducción y traducción de Pilar Lorenzo. Ilustraciones de V. Pedersen y L. Frolich.

Bettelheim, Bruno: Psicoanálisis de los cuentos de hadas, Ed. Critica, 2005. Traducción de Silvia Furió.

Cashdan, Sheldon: La bruja debe morir (De qué modo los cuentos de hadas influyen en los niños), Ed. Debate, 2017. Traducción de Martín Sacristán

Lurie, Alison: No se lo cuentes a los mayores. Literatura infantil, espacio subversivo, Fundación Germán S. Ruipérez, 1998. Traducción: Elena Giménez Moreno.

Perrault, Charles: Cuentos completos, Anaya, 2015. Traducción y notas: J. Eyheramonno y Emilio Pascual. Introducción de Gustavo Martín Garzo. Apéndice de Emilio Pascual. Con ilustraciones de 12 ilustradores.

Rebon, Marta: El lobo sí devoró a Caperucita, El País Semanal, 2 – IX- 2018

Rodari, Gianni: Escuela de fantasía. Reflexiones sobre educación para profesores, padres y niños, Blackie Books, 2017. Tra: Carlos Mayor.

-Singer, Isaac Bashevis: Cuentos para niños, Ed. Anaya, 2014. Traducción, apéndice y notas de Andrea Morales. Prólogo de Vicente Muñoz Puelles.

Tolkien, J.R.R.: Árbol y Hoja y el poema “Mitopoeia”. Ed. Planeta DeAgostini, 2002. Traducción de Julio César Santoyo y José M. Santamaría

 

(Artículo publicado en la revista MI BIBLIOTECA – Fundación Alonso Quijano de Málaga – número 62, verano de 2020)