Recetas para abrir el apetito del lector

“Hacer leer a un niño no equivale a llenar un vaso, sino a encender un fuego”
(MONTAIGNE)

Aún recuerdo como, hace años, ante una sobrina con problemas de inapetencia, de fobia a todo lo comestible, el pediatra – era solo una niña – muy acertadamente, hacía a sus padres las siguientes recomendaciones dietéticas:

Las pequeñas cantidades animan más a los niños sin apetito
Evitar la obsesión y las peleas por la comida
No distorsionar el automatismo de comer con coacciones o premios
Dejarles escoger entre alimentos equivalentes
Introducir poco a poco nuevos sabores y alimentos en la dieta.

Todos estos sabios y sencillos consejos, me vienen ahora a la memoria para intentar dar soluciones a la llamada incompetencia o falta de competencia lectora de buena parte de nuestros alumnos, que es sin duda, la principal causa de las masivas deserciones lectoras.
O lo que es lo mismo: para intentar desarrollar en los niños y adolescentes, de manera natural, hábitos saludables que favorezcan el acercamiento a los libros y a la lectura.
Para empezar, debemos tener en cuenta que las causas de la “desmotivación creciente” de los jóvenes frente a la lectura son, fundamentalmente, de cinco tipos:

  • Por falta de tiempo para leer
  • Por falta de libros que les acerquen a sus intereses
  • Por falta de competencia lectora
  • La falta de pasión de los intermediarios. O lo que es lo mismo: entregarse a una actividad cuya utilidad no es reconocida socialmente.
  • Cuando la emoción y la identificación se sustituyen por la decodificación o desciframiento. O sea: del “placer de leer” pasar al “dominio de la lengua”.

Por lo tanto y visto esto, todas las recetas que se elaboren para favorecer el gusto literario o lector, deben contener ingredientes que aminoren o diluyan estas nocivas e insípidas dietas.
Los anteriores consejos del pediatra nos vienen como anillo al dedo para dar sentido a lo que queremos decir.

En primer lugar, ante un niño anoréxico e inapetente de lecturas y como la educación lectora debe ser progresiva, el primer plato debería estar lleno de frutos accesibles o asequibles, en pequeñas dosis, libros que entienda y comprenda, que estimulen sus ansias de comer más, que le vayan entrenando y abriendo el apetito para llegar a dietas más sofisticadas. No vaya a ser que, como decía Montaigne, por excedernos en el celo perdamos la perspectiva: “así como las plantas se ahogan por exceso de agua, lo mismo le ocurre a la acción del espíritu por exceso de estudio y de materia”.
No olvidar que la lectura en las primeras edades, al igual que la educación básica, debe ser un mero aperitivo y no una comida copiosa. Lecturas sencillas, que no triviales o superficiales.
Y aquí, es el cuento o relato breve quién debe estar presente en este primer plato y además, con él ganaremos también la batalla de la falta de tiempo.

En segundo lugar y para el siguiente plato, debemos esforzarnos en preparar lecturas que les dejen buen paladar, que les causen placer y satisfacción, sabiendo que el placer es indispensable para asumir el esfuerzo de subir nuevos peldaños, de hacer nuevas conquistas.
Y aquí, es el humor – la risa – el ingrediente básico que sin duda, recompensará sus esfuerzos y asociará con disfrute y placer. Y es así también como conseguiremos adaptarnos a sus intereses. J. D. Salinger pone en boca del protagonista joven de “El guardián entre el centeno” la siguiente frase: “lo que me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando”.
No convertir en dura tarea lo que debe ser un placer.

En tercer lugar, desaconsejar asimismo las coacciones o imposiciones, que pueden acarrear el vómito y el rechazo. E incluso las recompensas, que inducen a la larga, a la picaresca, el empacho o la diarrea. “La gratuidad – dice Daniel Pennac – debe ser la única moneda del arte”.

No obsesionarse ni perder los nervios es el cuarto consejo acertado. Aguardar los resultados, que con una dieta equilibrada sin duda se producirán. “Leer y esperar”, “Lectura – regalo” es la mejor de las recetas.
Y tampoco pedir lo que no son capaces o no quieren explicar. Cuando saboreamos un plato que nos parece delicioso, no estamos pensando en las grasas o hidratos de carbono que contiene.

Es necesario también, como postre, favorecer la diversidad y la variedad, que el lector pueda elegir, suministrando platos con las mismas proteínas pero diferentes sabores. Claudio Magris, premio Príncipe de Asturias de las Letras, teorizaba así sobre el tema: “creo que en la Literatura la poligamia y el politeísmo no solo son lícitos, sino que son la única postura posible: el dicho evangélico “en la casa del padre hay muchas moradas”, sirve también para la Literatura”.

Y como brindis final, algunos consejos de grandes cocineros literarios. El primero de la mano del gran gastrónomo C. S. Lewis: “los niños están hechos para crecer, no para quedarse en Peter Pan”. Lo que significa que los libros, como los alimentos, deben ayudarles a crecer, deben ir siempre un poco por delante del lector. No podemos alimentar a nuestros vástagos sólo con papillas.
El segundo del especialista asturiano en dietética literaria Salvador Gutiérrez Ordóñez, que nos instruye sobre la importancia del cocinero o cocinera y el buen conocimiento y dominio de los ingredientes: “solo consigue apasionar al alumno el profesor apasionado y solo consigue ilusionarse con una disciplina la persona que la conozca y la domine”.
Y el tercero, con muchas estrellas Michelin literarias, el consejo del autor y profesor francés Daniel Pennac: “los que alimentan la anticipación y saben darles a oler que detrás de cada libro hay un orgia de placer”.

(Artículo publicado en ESCUELA ESPAÑOLA: nº 3814 – 5 de febrero 2009)