¿Qué hacer para que las bibliotecas escolares funcionen?
En términos generales, podemos afirmar que hay tres caminos o líneas de actuación en las que implicarse para que las Bibliotecas Escolares salgan de su letargo: de formación; de mentalización, difusión o promoción; y de consolidación o compromiso.
La primera actuación irá específicamente destinada a la formación de buenos profesionales o “bibliotecarios cualificados y comprometidos”. Es decir: con una formación técnica (que le libre de la improvisación), científica (que le libre del estancamiento) y profesional (que le libre del aislamiento) y que le permita poner en circulación estrategias tan diversas como organizar, clasificar, tejuelar, ordenar, informatizar, seleccionar, animar, dinamizar….
Y al mismo tiempo comprometido y responsable, o sea, implicado con el proyecto, para lo cual sería necesario definir su perfil, conferirle un estatus que entre otras cosas, le permitiera disponer del tiempo libre suficiente – entendemos que un Bibliotecario escolar debe compaginar sus tareas docentes con las propias que conlleva dirigir una Biblioteca – para llevar a cabo sus proyectos con dignidad y responsabilidad, además de implicarse en su formación permanente. Debemos tener en cuenta que la Biblioteca es lo que quiera el bibliotecario, el Bibliotecario hace la Biblioteca, por lo que no debe dejarse tal entidad en manos de la improvisación y el voluntarismo, que es lo que hasta ahora sucede.
Este primer punto o propuesta nos deriva hacia la formación inicial de los futuros docentes en las Facultades de Educación. ¿No sería posible puesto que solo se ama lo que se conoce, que todos los que van a dedicar toda una vida a la enseñanza finalizaran sus estudios con una instrucción al menos elemental en estrategias de animación a la lectura, conocimientos de Literatura infantil y juvenil o de recursos para la organización, clasificación y catalogación?.
Hay que tener en cuenta que, tal y como afirma el profesor y académico Salvador Gutiérrez Ordóñez que “solo consigue apasionar con una disciplina la persona que la conozca y domine”.
Este aspecto trascendente e imprescindible de la formación inicial – sin olvidarse de la actualización continua y permanente a través de encuentros reglados con otros profesionales – debería ir acompañado – y aquí entramos ya en la segunda línea de actuación – de una campaña de mentalización sobre las ventajas que implica el uso de una buena Biblioteca Escolar. Campaña extensible a la sociedad en general, pero difusora de sus importantes funciones principalmente entre padres de alumnos y profesorado en general y que permita anular o incidir sobre la escasa cultura bibliotecaria.
Debe tenerse en cuenta que el Bibliotecario escolar – dado que no es omnisciente – no debe sentirse solo, sino amparado por los profesionales que le rodean, debe abrirse a opiniones y sugerencias variopintas. La Biblioteca debe ser de todos, a todos corresponde implicarse en el proyecto, aunque al Bibliotecario corresponda un papel coordinador y dinamizador.
La tercera línea de actuación nos deriva hacia el compromiso o implicación, en este caso de la administración. Y nos referimos al compromiso económico.
Si ya hemos formado buenos bibliotecarios y mentalizado a la sociedad de los beneficios que la Biblioteca reporta, tendremos que asignar presupuestos para que se puedan llevar a cabo proyectos y actividades. La penuria de presupuestos, o al menos la falta de normativa al respecto, siempre ha sido la espada de Damocles pendiente sobre las B. E. Hasta la fecha, los recursos asignados, salvo partidas especificas e incluso arbitrarias, quedaban al criterio y a las fobias y filias de los equipos directivos de turno.
Una B. E. sin una partida económica justa en función de sus necesidades, puede quedar obsoleta a corto plazo. Hay que tener en cuenta que los materiales son caros, se deterioran cuando se usan y deben actualizarse y renovarse permanentemente.
Creemos que un 15 por ciento de los presupuestos anuales del Centro deben ser destinados a su funcionamiento y ello para que permita: reponer los fondos deteriorados o expurgados; adquirir novedades o atender peticiones de usuarios; invertir en la promoción de los fondos o actividades culturales; e invertir en la mejora de la estética o renovación de mobiliario.
(Articulo tomado del libro “Bibliotecas escolares, lectura y educación», Octaedro, 2013)