Cristina Nöstlinger (Lo que dijo)

 

-Me gusta la fantasía y en mis relatos hay muchos elementos fantásticos: pero es una fantasía con cierto compromiso social, que intenta ejercer influencia en este mundo, cambiarlo, ya sea a través de la utopía o de la sátira. Rechazo la fantasía sin valores. Libros como “La historia interminable” no me interesan. La fantasía no debe ser evasión, sino un camino para llegar a un mejor conocimiento de la realidad.

Resultaría muy arriesgado escribir veinte páginas sobre algo triste. Me siento más segura escribiendo en clave de humor y pienso que así el contenido llega mejor al lector.

– No pienso que un libro infantil tenga que ser comprensible a todos los niveles para los niños. Si ellos quieren avanzar en su vida no tiene sentido que lean solo sobre lo que ya conocen. Me parece fascinante un texto cuando mantiene un resto inexplicado, una especie de misterio que, aunque un niño no pueda desvelar, le hace presentir que hay algo evocado tan sólo por el lenguaje. Para mí, al menos, siempre ha sido una experiencia maravillosa.

Para la emancipación de la literatura infantil serían necesarias actitudes distintas: el niño debería tener la oportunidad de acceder a una gran variedad de lecturas porque sus intereses son tan diversos como los de los adultos.

– La literatura infantil no es una pastilla pedagógica envuelta en papel de letras. No pienso que los libros para niños tengan que ver con la educación. Son literatura, es decir, mundo transformado en lenguaje. No tengo nada en contra de cualquier pedagogo que diga a los niños: “sed buenos, no os tiréis pedos ni eructos”, pero la literatura no debe embellecer la vida, enderezarla para que permanezca en posición horizontal, su tarea no es la de dar instrucciones.

Se puede conseguir que un cuento no sea tan truculento mediante el relato oral. Cuando yo siento a un niño sobre mis rodillas y lo abrazo, me doy cuenta si siente miedo y puedo modificar la historia. Es muy distinto cuando lo dejas solo frente al libro.

 -Llegar a los niños es muy difícil. Hay que ser muy gracioso para conseguir que éstos se interesen por leer sobre sus propias vidas. Siempre prefieren leer sobre vidas que no van con ellos: osos, ponis…Sus propias vidas las encuentran tan difíciles de resolver que prefieren montarse historias ideales. Para mí es muy razonable tomar las cosas con humor y presentarles las situaciones lo más graciosas posibles. Puede que haya otros métodos, pero éste es el que está más a mi alcance.

Para cambiar el mundo se necesita fantasía, sin ella esto no saldría bien y la tristeza se extendería por el mundo.

A la hora de escribir un libro, el lenguaje es lo que más me interesa. Cuando tenía doce años, se me quedó clavada en la memoria una frase de Schopenhauer: “hay que esforzarse en cada página de prosa como si se tratara de esculpir una columna de mármol”. Pienso que no soy una escritora tan compleja como para plantearme así cada página, pero me gusta trabajar mis textos y dar muchas vueltas a las frases hasta que me entran por los cinco sentidos y me hacen sentir, oler y ver todo lo que he querido transmitir.

– Mi libertad a la hora de contar lo que les ocurre a los niños no es absoluta, pues no describo la vida infantil en todos sus aspectos. Hay temas para los que me falta el lenguaje apropiado. Uno de ellos es la sexualidad infantil, que en mis libros siempre queda relegada y sólo se manifiesta en cierto erotismo muy tierno, de besitos. No soy demasiado mojigata, sino que me encuentro constreñida por el vocabulario médico o vulgar que maneja nuestra reprimida sociedad.

   Detrás de lo que escribo estoy yo, con mi forma de ver el mundo, con mis valores y , por tanto, mi obra refleja todo eso. Cualquier tipo de literatura conlleva valores morales o sociales implícitos. Lo que no hago es moralizar, dar pautas de comportamiento.

–   Con los niños se pueden tratar literariamente todos los problemas, excepto el de la sexualidad. Para referirnos a este aspecto de la vida sólo tenemos al alcance la terminología médica, por un lado, o la terminología vulgar, de la calle, por otro. Esto constituye una limitación grande a la hora de escribir y por eso creo que es un tema para tratar cara a cara, pero no por escrito. Sin embargo, el erotismo si está presente en mis libros. Es un aspecto importante, sobre todo en los textos para jóvenes de 12 a 15 años.

-No he sucumbido a la locura de creer que se puede combatir triunfalmente algo con diez dedos y una máquina de escribir. Prefiero escribir sobre aquello que me es familiar.

Considero los libros infantiles como literatura. Por supuesto pueden ser utilizados como medio educativo, pero ésta no es mi misión. El papel del libro es recrear, mantener el interés, y debe ser juzgado esencialmente por sus méritos literarios.