Pennac, Daniel

MAL DE ESCUELA

MONDADORI, 2008

            Segundo libro de experiencias escolares del escritor francés DANIEL PENNAC tras “Como una novela”, su imprescindible tratado sobre el fomento de la lectura.
           Este libro no es ni un ensayo, ni una novela, ni tan  siquiera un relato sobre sus experiencias, primero como alumno mediocre y protestón y luego como profesor de Secundaria en Francia.          Digamos que es un “relato autobiográfico próximo a la novela de formación”.
              Es un  libro escrito con mucha  emoción y mucho talento,  sobre sus experiencias escolares, tanto sobre los alumnos “zoquetes”, los estudiantes mediocres o “el dolor de no comprender y sus daños colaterales”, como sobre algunos de los profesores que le salvaron de la mediocridad.
             O sea: tratado sobre el fracaso escolar y sus remedios, sobre los “malos alumnos” y  los profesores diferentes, “malos” para el sistema,  pero “buenos” para los alumnos, que no están jerarquizados ni burocratizados, que lograron conseguir en él la metamorfosis de zoquete a profesor.
         Describe así a los profesores que lograron salvarlo: “no compartían con nosotros solo su saber, sino el propio deseo de saber” ; “sus clases eran actos de comunicación, de un saber dominado hasta el punto de pasar casi por creación espontánea”; “se alegraban de nuestros progresos”; “no se impacientaban por nuestras lentitudes” ; “nunca consideraban nuestros fracasos como una  injuria personal”; “no se creían unos Karajan soñando con la Filarmónica de Berlín, que no soportan dirigir el orfeón municipal”….
            La metáfora de las golondrinas: en el último capítulo cuenta  lo que llama la metáfora de las golondrinas, a las que poéticamente define como “huesos llenos de viento”: en las afueras de Paris tiene una casa de campo y en septiembre, las golondrinas, próximo el retorno a tierras más cálidas, se reunían  cerca de su ventana. Algunas, desorientadas, tropezaban contra los cristales. El las cogía, las ponía en la mano, les daba calor y luego las saltaba.
           Esa  debe ser, dice, la función del buen profesor: sacar del coma escolar a una sarta de alumnos estrellados”.
           Traducción de MANUEL SERRAT CRESPO