Los buenos libros

“La literatura infantil es el arte de la difícil facilidad”
(Carlos Murciano)
“Resulta muy fácil escribir un mal libro infantil. Lo difícil es escribir uno bueno”
(Roald Dahl)
“Quien escribe para niños escribe para la eternidad”
(H. C. Andersen)

Astrid Lindgren, la autora del clásico “Pippa Mediaslargas”, en su autobiografía “Mi mundo perdido”, aporta unas ideas básicas para escribir un buen libro infantil:

  1. El lenguaje y el contenido de la obra deben formar un conjunto armónico. Lo sencillo no tiene por qué ser trivial ni pobre. “Hay que emplear palabras corrientes y decir cosas sencillas”.
  2. Procurar narrar lo que solo resulte divertido para niños y que no haga gracia a los mayores. Muchos de los que escriben para niños hacen un guiño a determinado lector por encima de las cabecitas de los pequeños.
  3. Escribir lo que salga del alma y con ilusión. Sin libertad, la flor de la poesía no tarda en marchitarse.

Y también en su autobiografía “Historia de mi vida”, Enid Blyton la autora de la saga de “Los Cinco” cuenta lo siguiente: “Una de mis obras favoritas era “Alicia en el país de las maravillas” porque me hacía reír como pocos otros libros”….”Un libro que leí al menos una docena de veces fue “La princesa y el duende”, de G. Macdonald. No era tanto el argumento como el curioso ambiente de la obra, su atmósfera, lo que me cautivaba”

Y añade otros aspectos como la libertad a la hora de escribir a la que aludía Lindgren o estar en contacto con los niños.

La idea de la sencillez es también compartida por el francés Joseph Joubert (1754 – 1824): “A los niños, en literatura, darles sólo lo sencillo. La sencillez jamás ha corrompido el gusto; todo lo que es poéticamente defectuoso resulta incompatible con ella. Así es como la limpidez del agua se arruina con la mezcla de materias demasiado terrestres. Nuestro gusto alimenticio se corrompe por efecto de sabores demasiado fuertes, y nuestro gusto literario, puro en sus comienzos, por efecto de las expresiones demasiado marcadas”

“En narrar lo que solo resulte divertido para niños”, es decir, en la importancia del humor, coinciden diferentes autores desde Salinger a R. Dahl o C. Nöstlinger Dice el primero en su obra “El guardián entre el centeno” en boca del adolescente protagonista: “lo que más me gusta de un libro es que me haga reír un poco de vez en cuando”. Y el segundo afirmaba: “La manera de conseguir la atención de los niños es hacer un promedio de dos chistes por página”. Para la autora austriaca Nostlingerel humor es el mejor recurso para mantener la atención de los niños, aunque no el único, pues a veces les gusta ponerse tristes”.

“Para que una historia mantenga de verdad la atención del niño, ha de divertirle y excitar su curiosidad”, decía el psicoanalista Bruno Bettelheim, y la mejor manera de divertirle y excitar su curiosidad es el humor, verbal o de situaciones dependiendo de la edad. Humor relacionado con lo iconoclasta e irreverente, o incluso lo escatológico: “el pedo, hay que nombrarlo sin más rodeos – decía Unamunoes uno de los principales factores cómicos de la niñez”. Para añadir: “con nada goza el niño más que con romper la lógica”

El profesor francés Marc Soriano al analizar los llamados clásicos infantiles, interpreta en ellos varias coincidencias:

  • Un clásico infantil es un libro que gusta a todos los niños independientemente de su condición social
  • Uno de los héroes debe tener aproximadamente la edad de los lectores
  • Todos tienen alegría, humor y son optimistas.
  • Lo más importante no es la calidad literaria, sino la afectividad.

“La literatura considerada como simple sede de belleza no posee fuerza penetrativa” confirma el profesor Víctor Moreno, y Benedetto Croce dice cuando alude a las buenas cualidades de Literatura para niños y jóvenes: “libros que tienen algo de artístico, pero que contengan también elementos extra – estéticos, aventuras, acciones audaces y guerreras…”

Aunque es cierto que la Literatura es algo más que lengua, debe tenerse en cuenta no obstante la importancia del vocabulario empleado, es decir, que un libro debe ir siempre un poco por delante del lector, ayudarle a crecer, dado que “los niños están para crecer, no para quedarse en Peter Pan” (C. S. Lewis).

Así lo explicaba más o menos el periodista Eduardo Haro Tecglen en su columna en EL PAIS: “Xuxa canta canciones infantiloides: y malas. Prosigue una tradición que viene de siglos, quizá de milenios: considerar a los niños como tontos. Como las madres que, cuando el niño ve un perro, le dicen “guagua” en vez de perro: para que no empiecen ya a percatarse del idioma. Recuerdo todavía la indignación que me producía cuando alguien, siendo yo niño, señalaba un automóvil y me decía “pabú”, imitando la bocina. Me parecía que los adultos eran ridículos: lo eran. La disminución del niño como ser humano, el retraso posible de su entrada en la vida para que no compita con los establecidos: de eso se trata”.

            Rafael Sánchez Ferlosio en el prólogo de “Las aventuras de Pinocho” en una edición en Alianza Editorial, insiste en lo mismo y piensa que hay una tendencia a confundir “el lenguaje para los niños” con “el habla de los niños”, confusión que lleva a “perrificar” el lenguaje: cuenta como cuando era pequeño, se ponía a cuatro patas para hablar con sus perros, y su madre le recomendaba que se pusiera erguido que así le entendían igualmente. Esto es lo que hacen muchos adultos cuando se dirigen a los niños, añade el autor.

Los niños necesitan tomar a diario “baños de lenguaje”, porque es necesario distinguir entre el “lenguaje – herramienta” y el “lenguaje – creador”, que es el que les hace crecer y progresar dice asimismo Jacqueline Held: “del mismo modo en que se retarda la maduración de un niño hablándole en un lenguaje bebé, también lo empobrecemos ofreciéndole textos cuyo vocabulario ya maneja por sí mismo. Postular que se debe dar al niño de tal edad un texto claro y simple, hecho con palabras conocidas y reutilizables de inmediato, sería admitir que el texto en cuestión se dirige solo al intelecto del niño…Un texto es recibido no sólo en el nivel de la inteligencia, sino en el nivel de la sensibilidad y de la imaginación…Privar al niño de palabras desconocidas, sería privarlo de un material esencial de juego y sueño”.

¿Son los niños los mejores críticos literarios?, se preguntaba Isaac Bashevis Singer, Premio Nobel de Literatura en 1978 en su obra “Cuentos para niños”. Las condiciones de una buena literatura infantil pueden resumirse en los siguientes puntos según el autor:

  1. La importancia del folclore: los autores tratan tan intensamente de ser internacionales que no atraen a nadie. Muchos de los libros actuales para niños carecen de color local, de encanto étnico, puesto que los escritores temen que les critiquen por nacionalismo o chovinismo
  2.  El problema del mensaje: la literatura necesita de narraciones bien construidas, no de mensajes añejos, pues cuando un cuento tiene calidad su mensaje será descubierto tarde o temprano. Si desaparecieran todos los mensajes y solo se quedaran los 10 mandamientos, todavía tendríamos suficientes mensajes para el presente y el futuro. El problema no es no tener mensajes suficientes, sino en cumplir los que tenemos.
  3.  El problema de las preguntas eternas: por muy pequeños que sean los niños se sienten angustiados por problemas filosóficos y reflexionan sobre temas como la justicia, el sentido de la vida, la muerte. Cuando era niño hacia las mismas preguntas que más tarde encontré en Platón, Aristóteles, Spinoza, Kant, Schopenhauer. Los libros infantiles deben responder de modo sencillo a estos interrogantes.

Huir, pues, de la literatura con mensajes, a la que se refería Singer. Antes era la moralina (ejemplo de las fábulas). Ahora sigue la moralina pero con el eufemismo de “temas transversales”. Dos comentarios al respecto. Ana María Matute: “los jóvenes de hoy no leen porque les están dando literatura políticamente correcta”. Y Daniel Pennac insiste en lo mismo: “los dos grandes defectos en los que no hay que caer cuando se hace literatura para niños son el moralismo y la ideología”

Y como colofón, dos reflexiones. Franz Kafka: “Pienso que solo deberíamos leer libros de los que muerden y pinchan. Si el libro que leemos no nos despierta de un puñetazo en la cara ¿para leerlo?….Un libro tiene que ser un hacha que abra un agujero en el mar helado de nuestro interior.” Carmen Bravo – Villasante: “El escritor que escribe para niños tiene tanto talento como el escritor que escribe para adultos. Nunca se ha pensado que sea más difícil escribir un poema heroico que una novela. ¿Por qué va a ser más fácil escribir para niños que para mayores? Incluso, a veces, tiene más dificultad escribir para la infancia y la juventud, y sólo quienes tienen un don especial pueden hacerlo”

(Para más información sobre este tema, puede consultarse el articulo “El arte de la difícil facilidad o como escribir un buen libro infantil”, publicado en “Bibliotecas escolares, lectura y educación, Ed. Octaedro, 2013)